cabecera
















¿Acaso en verdad se vive en la tierra?

No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí.
Aunque sea jade, se rompe.
Aunque sea oro, se hiende,
y el plumaje de quetzal se quiebra.
No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí.

Netzahualcóyotl de Texcoco


22 de marzo de 2017

poema


Un poema o una patada en el estómago
si lo es o es lo mismo
o escupir mientras te duele
y revientas de un golpe
con la sacudida o conmoción
que atesoras en las tripas.

Pero quiero decir vientre - suena más bonito,
o abdomen, como el abdomen de una libélula:
dígase caballito del diablo, pero no caballito de mar,
pues este no soportaría vivir como un ave-
y digo entonces vientre
como podría decir poema
o incluso amor,
- si es que lo dijera apártate
porque salpica y no permito ahogados
ni otros participios náuticos
en este movimiento
pertinaz de traslación.

Es traslación pero podría contarte
que no lo es o es un círculo
con tendencia al ajetreo y al éxodo:
venir y aparentar que estoy,
y soy
inestable y perecedera,
tan absoluta en mi ira,
tan déspota de mí:
soy mi propia violencia:
no admito crimen
sino el mío.

Voy a cometerlo, lo estoy cumpliendo
y ejecuto con imparcialidad y a rajatabla
mi misión de verdugo alzando la soga
alrededor del cuello del cisne
despojado de la luz del día.
No me mira de frente
al empuñar el arma para asfixiarlo;
es mejor así y en la cabeza
resuena un trueno que parece amar
por encima del mar al poema;
pero lo ama de espuma
y de carne y ala de cisne;
lo ama colgado de un alambre.
Lo ama caído en la tierra.

Un poema, un puente lleno de pulmones
en vez de ojos, para pasear por encima,
para pasear por debajo y respirar
lo que por arriba sucede en la mano,
lo que en la de abajo no se alcanza
porque tiene la boca curva
y nadie habla del poema con la boca llena
sino llena de islas.

Esta isla no es el principio,
aquí dios se lava las manos
y comulga mientras ora
por la vida extraviada
de los dedos de la ausencia:
no puedo decir dónde se ha mezclado
mi piel con ella, cómo han rozado
sus huesos la sangre
que escribe mientras muere
o no muere la isla,
y muere tantas veces
como ninguna y descansa en paz,
tan callada, tan a oscuras
el dolor, la falta, la costra
de la herida.

No se abre una rosa por casualidad
si no tiene espinas,
si su corazón no arde caliente
al dar la hora en punto
al abrirte de piernas
en la abreviatura del fuego.