Me acostumbro a verte dentro, en ese lugar de mí misma del que solo tú tienes las llaves para abrirme.
Atada de pies y manos qué puedo hacer si no existo, si las luces se apagaron y no encuentro un destino que puedan rodear mis brazos para soñar contigo.
Voy olvidando las nubes que pasaron aquellos días, inclemencias temporales que llovían sobre nosotros, que nos empapaban hasta los huesos, esos huesos que hoy carecen de médula.
¿Dónde buscar un paraíso para querernos?
¿Dónde existe un séptimo cielo para estar unidos y amarte hasta lo eterno?