Cerca del cielo
los vacíos se truncan
allí, donde el mar no es azul
las tormentas, cambiantes
dejan sentir en la piel
el reflejo de la luna
Al lado del infinito
que dibuja la mirada
las palabras son un soplo de brisa
un cristal líquido
sin rencor ni olvido
resbalando hacia los dedos
Las manos cuelgan caídas
como piedras candentes
soportando el frío de la noche
extrema, distinta
como la muerte
Todas las montañas
miran al oeste
como girasoles diurnos
en campos de exterminio
anhelando un grano de escarcha
destello eterno en una nube
Cerca de un cielo inesperado
palpita un jardín de flores
paraíso de niebla y lluvia
donde la poesía, indómita, loca
caníbal
se esconde detrás de los árboles