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¿Acaso en verdad se vive en la tierra?

No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí.
Aunque sea jade, se rompe.
Aunque sea oro, se hiende,
y el plumaje de quetzal se quiebra.
No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí.

Netzahualcóyotl de Texcoco


14 de enero de 2010

Va anocheciendo entre mis manos


Le reconocí cuando mis ojos le miraron; supe que era quien latía en mis venas, que después de él, nadie iba a venir.

Y prendí el mar en la memoria, enseñando al alma a penetrar hasta el fondo del ser, a no pensar si no era dentro de sus neuronas, a no vivir fuera de su carne, de la nostalgia que se aferraba a su sien.

He apartado la mirada para volver a ser dueña de mí, del viento que cimbrea las palabras, de todo aquello que alimenta las pasiones, el vivir, que sin querer tercia brillante, luminoso y al instante me deseo esconder en la neblina que destila el océano tenebroso de mi propio ser.

Ha pasado mucho tiempo, pero parece ayer si miro bajo los párpados, porque allí el agua está vivo y siempre me sabe a él.

Tengo vacíos los labios, y sin embargo la boca, ansiosa, me habla entre los dedos, me recuerda que un día todo lo fui; arrecife, una ola, marea que deseaba cabalgar sobre una estrella, e inundar las sombras de luz al atardecer.

Y quise subir al cielo, anhelé con todas las fuerzas de mi espíritu que mi cuerpo fuera transparente como lluvia, para poder morir y renacer cuando las nubes volvieran a ser visibles en su mirada, y reflejarme en él.

Va anocheciendo entre mis manos y él no quiere volver a adherirse a mi piel.