Dadme sólo un puñal para matarle
que no temo tener el corazón
lleno de sangre, ni poder soñarle,
y así muera con ello la ilusión,
la maravilla que siento al mirarle,
pues amarle no puedo con pasión
ni con esta locura que se encierra
y ya deseo tenerle bajo tierra.
(Octava real)