No dudo del poderío de la desgana
del que adolecen mis dedos,
incapaces de sostener el hilo
que teje la araña.
¿Será cierto que todo lo he dicho,
que muero un poco con cada palabra,
y tan solo una me quede
para disolverme con la nada?
Duermo intranquila,
paseando por estancias vanas
y las ventanas se pueblan
de versos fantasmas