Puedo ver como resbalan las gotas, sin saber su composición, pues al trasluz se diría sangre, pero de perfil la huella se dispersa en un rayo de sol.
Quiero, quiero la luna, dice ella, yo, o lo pienso sin decirlo, de tan lejana que es y blanca, y etérea y no la veo y es el mar quien me recuerda que no puede ser.
Oigo llover cerca, a mi lado sigues estando tú más que ningún otro animal y el agua cae mansa sobre tu piel de cristal, sobre tu piel de roca ígnea desbastada a fuerza de yo luchar, incólume, herida, desterrada de ti, repartida en una contorsión incoherente.
No vuelvo atrás, hacia el futuro dormido, distanciándome de todos los parámetros en los que aúlla el viento sin borde.