Te abrazo
incapaz de cerrar los ojos
y los sueños desaparecen
convertidos en manos,
que recorren tu rostro.
Mis dedos se detienen
en el temblor de tu mirada
enredándose con el color de tus labios
que murmuran su destino,
acariciando mi boca.
Prendo en tu cuerpo un racimo de auroras
para llenar tu piel de lunas
y enamorarte cada noche
como si fuera la primera y la última.