Vengo de mirar los rostros de la sombra
que ocultada bajo la vista
se encadena a las piedras.
Vengo de buscar entre las mazmorras
un asombro de sonrisa
encarcelada en sus penas.
Traigo en las manos una boca
árida que no segrega saliva,
confundiendo labios con tierra.
Vengo sin ir, sin llevar más ropa
que un cielo de lluvia, y la inercia
es mi inestable destino sin frontera.