Cuando la luna asome
por entre los arrabales
de las supuestas lejanías,
no quedará noche
para vernos.
Liberados del sol inciso
que asesina ensoñaciones,
los cuerpos tornarán etéreos,
las pieles a su destino.
Escribiremos renglones oblicuos
con palabras difusas y torcidas,
letanías de vivos,
muriendo en su propio cielo.
Cuando la luna asome entre los juncos de los ríos,
el laberinto del monólogo interno
renacerá en su plano íntimo ...
... no quedará noche para vernos.