Láudano que me das y no me matas; me rematas con tu tacón de aguja clavado en mi sien izquierda; y se me salen los sesos por el agujero, se me esparcen por el suelo y tú, vanagloriándote de tu victoria, te ríes a carcajadas delante de mi boca, esa boca que hasta hace un momento naufragaba en tu monte de Venus y te hacía sentir cosas maravillosas.
Segura estás de ti misma, de tu belleza extrema, de tu mente privilegiada estás enamorada, pero ten cuidado, que yo soy ciego, no veo nada de eso, tan sólo veo como me besas apasionada.
Nosferatu