Y aún así
descubro
el atardecer
sin pretextos.
No finjo colores
ni hay cerca
otro sol más peregrino.
No acaba nunca
el último rayo
de partirme al medio,
de abandonar mi piel
junto al sudor
de la brusca tormenta
al verme
venir desde el lado opuesto
sucediéndome avenida
dentro del aluvión
de mi sangre estallada.