Te siento etéreo, adosado a mi piel, y sin embargo el roce de tus labios hace huella en mi aliento, recordándome que un día pudo suceder.
Es este el sueño que nadie logrará jamás arrancar de mí; tesoro que tu y yo enterramos en la arena, como si fuera una piedra más que nunca podremos volver a encontrar.
Hoy no es diferente, ni ayer lo fue, pero la lluvia me susurra tu nombre,
y el mar siempre es azul.