Me había acostado distraída sin ver aquella mirada tuya.
Al cabo de unos minutos, una pícara sonrisa se dibujó en tus dedos, alrededor de mi piel, ciñendo la redondez de mis senos.
Yo me hacía la dormida, tarareando sueños, dibujando olas entre mis muslos abiertos.
A veces el interior sale afuera y se muestra en todo su esplendor, como una caricia.