Era inapreciable el gesto de la mirada.
Adherido a la quietud de un sueño
nunca amaneció tan distinto;
a su lado, la enredadera suspendida en el aire
le permite apartar sus raíces
para ver el salitre de sus ojos.
Y las nubes hablaron de ríos que ascienden colinas
entre palabras de niebla.
El hombre de eco responde vacíos
mientras ara la tierra con su sufrimiento