Tiene un principio el cuerpo de la niebla
de soles quebradizos con fisuras,
de voces nocturnas y vespertinas
que tan pronto brotan, desaparecen
profundamente dentro de su boca.
Implacable, alcanza los alientos
de las gargantas vivas, ahora rotas
y desangradas entre clamores
de dolor de su propia agonía.
Dentro de su cárcel todas las brumas
responden al silencio del olvido
en el que permanece cada tumba,
refugiando los amores dormidos
hasta que desaparezca la niebla.