Me evado hasta la cárcel de tus ojos
paraje de espacios en blanco
donde quiero hacer crecer un mundo.
Las transiciones recorren los pliegues de la almohada
y son todas las lunas llenas
quienes me susurran los sueños y la vida.
Te he imaginado silencioso
mirándome como miras el viento
que cambiante surge de improviso
rozando levemente tu rostro.
Y soy yo quien te habita habitándome a mí misma
en este cáliz que contiene vino
pétalos y acero
psicoanálisis de lo profundo.
Adiviné tu llegada entre los árboles
de los que pendían las arterias de mis dedos,
supe que venías a mirarme,
a decirme que bajo las hojas
la tierra está siempre húmeda
allí donde existe musgo.
Esta noche es silenciosa,
los parpadeos dibujan música,
fuegos de san Telmo y túneles
con palabras que tienen miedo
de los cantos de las sirenas.
Los puentes de Madison