Vencimos a los espejismos, se olvidaron nuestros nombres y pasamos a vivir el uno dentro del otro, muriendo yo cada vez que te nombro.
Quién se me abraza por las noches cuando lo real pasa a ser destello y siento esa arena áspera que mi garganta no es capaz de asimilar.
Quién se adueña de los despojos de mi alma cuando alcanzo lo que no puedo alcanzar y rozo con mis dedos la otra, esa que no se deja tocar.
Me he mirado desde lejos, desde esa distancia íntima y eterna que se diluye en mi interior, llena de estruendos y silencios que no lo son, siempre sin lograr acercame al sol y descubro que sin ti, no soy yo.