No puedo despertarte en la impaciencia
que mis ojos alumbran cada noche
si amanezco en la selva del derroche
donde antes encumbramos la existencia.
En los tiempos nocturnos es mi esencia
la que imagina luces, y en el broche
de tu boca, la mía, sin reproche,
te besa en agonía y se silencia.
Busco la soledad en la espesura
del fuego que me invade el pensamiento,
donde rugen las olas y las horas
se plenan de tormentas indoloras,
corazones que pierden el aliento
en la eterna caricia de la albura.
Soneto